El caso Flickr, donde esta foto ha sido nominada para abandonar la casa por el grupo Delete-or-Save de Flickr porque está desenfocada es un claro ejemplo de lo que explicaba Lanier: confiamos en la inteligencia colectiva para filtrar contenidos y obtener lo mejor de cada casa, pero ¿es la Colmena capaz de rescatar una obra maestra del montón de basura? ¿De valorar la originalidad, la técnica o lo arriesgado de una obra sobre lo pomposo, lo pretencioso y lo vulgar? La respuesta 2.0 es que sí: precisamente por su falta de especialización son capaces de juzgar sin el prejuicio típicamente académico. Pero ¿no tiene el colectivo sus propios prejuicios? Gran Hermano, Pop Idol, Eurovisión y otros experimentos democráticos demuestran que sí: el colectivo premia valores que tienen poco o nada que ver con las capacidades artísticas o la aportación cultural de un artista, además de otras cosas. Como decía Nacho, si a un oficial nazi no le importa mancharse el uniforme y arreglar un horno crematorio en diez segundos para evitar congestiones en la cola, tendrá nuestra simpatía inmediata. La Wikipedia, donde la vanidad y los intereses políticos de sus editores mantienen los asuntos más calientes en estado de eterna guerra campal, es otro ejemplo.
Y hay más: cada vez que The Guardian -en mi opinión el mejor periódico del mundo en habla inglesa- hace la clásica encuesta veraniega sobre cuál es la mejor novela jamás escrita, los resultados coinciden, año tras año, con aquella obra que ha sido llevada al cine en los últimos seis meses. Salvo alguna excepción, en que eligieron "Matar a un ruiseñor" (1962) como la mejor adaptación cinematográfica jamás realizada, por encima del Padrino, El Señor de los Anillos o Un Tranvía llamado Deseo. ¿Cómo se acordó Inglaterra de golpe de un dramote de juzgado sureño que ha envejecido tan malamente? La respuesta es, evidentemente, Capote, película reciente ganadora de varios Oscars en la que Harper Lee tiene un papel secundario pero esencial. El colectivo, saludablemente ajeno a los prejuicios de la academia, es extremadamente sensible a la publicidad.
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